Tercera obra: Mejor me Voy

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Mejor me Voy
Directed By Mariano Masci

Género: Drama/Suspenso

Elenco:

-Celeste Cid (Julia Paravell)
-Jim Sturgess (Pablo)
-Cecilia Roth (Andrea, madre de Julia)
-Nancy Duplaa (Lorena, amiga de Julia)
-Ricardo Darín (Hombre en el restaurant)
-Inés Efrón (enfermera)

Banda Sonora:
-Partituras:

“Not Tomorrow” (HF Version) de Akira Yamaoka:
http://www.youtube.com/watch?v=0pd028Kg2nk
“Silent Hill Theme” (Piano Version) de Akira Yamaoka:
http://www.youtube.com/watch?v=1wCcqVpspLY
“The Heart Asks Pleasure First” de Michael Nyman:
http://www.youtube.com/watch?v=yAO6zd-q48E


-Canciones:
“Desconfío” (versión por Celeste Carballo)
http://www.goear.com/listen/37971e8/Desconfio-Celeste-Carvallo
“Asesíname” de Charly García:
http://www.youtube.com/watch?v=abeEVz3Lp80
“No sé” de No lo soporto
http://www.youtube.com/watch?v=ceDDIfLkxfw

Sinópsis: Julia, una joven psicóloga de Buenos Aires recibe a un nuevo y extraño paciente que asegura que él mismo no existe. Tras fallidos intentos por persuadirlo, ella misma comenzará a dudar de su propia existencia.

Argumento:

Lo primero que vemos es el rostro de Julia, se la nota impaciente. Esta sola en su consultorio, el último paciente ya se ha marchado pero ella debe cumplir horario. Mira una vez más el reloj (13:45)…. Golpea su lapicera contra el escritorio, y vuelve a mirar… ¡por fin las 14 hs! Se levanta, coge su abrigo y su bolso del perchero, atraviesa la puerta y en el pasillo se detiene frente a la puerta de su jefe.

-¡Hasta mañana!

-Nos vemos, Julia (solo oímos la voz del hombre, pues la única imagen que obtenemos es la de la muchacha en el pasillo asomada a la puerta de la oficina de su superior).

Julia llega al estacionamiento. No hay otro auto allí, aparte del de su jefe y el de ella misma: un Ford Focus lustroso y del cual se siente muy orgullosa, sobre todo cuando maneja por la ruta tal como lo está haciendo AHORA.

Atraviesa a toda velocidad la zona industrial tarareando “Asesíname” de Charly García, luego agarra camino por la autopista sumergiéndose en la cotidiana marea de coches, buses y camiones. Maneja tranquila, aferrada al volante pero serena. Su expresión transmite un autocontrol de sus sentimientos aun capaz de controlar los de quienes la observen. Un kilómetro más adelante paga el peaje; tras lo cual agarra camino por Avenida Libertador dirigiéndose a su departamento.

Llega a casa, y es recién ahí que se da cuenta de que nuevamente su madre dejó el teléfono descolgado (su madre y esas extrañas llamadas telefónicas). Debe de haber salido a comprar. Algo huele raro, Julia olfatea el aire. En fin, cuelga el teléfono, pero inmediatamente el mismo suena sobresaltándola. Atiende.

-¿Hola?

Nada

-¿Hola? – Repite- ¿Quién es?

-Hola, ¿Juli?... Habla mamá, menos mal que llegaste…

-Ah, má. ¿Dónde estás? Te dejaste el teléfono descolgado.

-Estoy en lo de Nora. Escuchame, te decía que menos mal que llegaste a casa… ¡Me dejé el horno prendido!

Julia cae en cuenta de lo que estaba oliendo, y se dirige teléfono en mano hasta la cocina, evidentemente algo se cocinó más de la cuenta…

-Sí, ya me di cuenta – dice a su madre- ¿Qué e…ra? (lo que sea que se calentaba ha perdido la forma).

-Soufflé de papas. Mil perdones. Es que Nora me llamó urgente. Su marido se infartó. Está grave.

-Bueno, no te hagas problema – tranquiliza a su madre, cuando la que debería estar más tranquila es ella misma. Se rasca suavemente una ceja.

-En serio. Perdoná. No te preocupes por el almuerzo. Llevo una pizza. Besos, Juli.

-Besos, má.

“Excelente”, piensa Julia en voz alta mientras friega más tarde el grill. La masa de papas y queso parecen no querer desprenderse. En su tarea de limpieza se encuentra cuando alguien llama a la puerta. Abandona la esponja, y se abotona los primeros botones de su camisa, manchándose sin darse cuenta.
Abre, y en el umbral se encuentra con un desconocido.

-Emm… ¿si? – pregunta, solo por decir algo.

Es un joven cerca de unos veinticinco años, más o menos la edad de ella. Es guapo, pero algo en su cara la desconcierta… unas cejas demasiado gruesas.

-Hola, si.. Me preguntaba si acá funciona el cable. Al principio creí que era mi televisor, pero el de mi cocina tampoco funciona. Vivo en el piso de arriba. De echo soy el único que vive arriba. Me llamo Pablo…

-Ah, si creo que te vi antes- Dice ella por pura cortesía.

-No lo creo, acabo de mudarme hoy. (pequeñas risas de ambos, frente a la incomodad de la joven)… ¿Y tu nombre es…?

-Oh, perdón. No te lo dije: Julia. Sí, como la de la novela.*

Pablo parece no entender a lo que ella se refiere, por lo que vuelve a traer el tema del cable.

-¿El cable? Realmente no me fijé. Veamos. –contesta ella.

Se dirige hasta la mesita donde descansa el control remoto. Lo coge y apunta al TV… Bueno, parece que el cable no funciona. Solo pueden verse los canales libres. Va a darse vuelta para confirmarlo con su visitante, pero este parece que se ha marchado antes de lo previsto. Julia está perpleja. Sale al pasillo para al menos despedirse; y se enoja al ver que tampoco está ahí. Se mete en su departamento y cierra la puerta de un golpe.

-¡Wow!... Sigo adentro.

Julia pega un salto. Es Pablo, que aun está ahí. Y lo mira como interrogándolo, y luego mira la puerta. Pero Pablo parece estar más sorprendido que ella.

-Perdoname, es que estoy un poco distraída, pensé que te habías ido. No te vi…

-Eh.. No, acá sigo yo- responde él- Pero de todas formas tengo que irme, tengo… cosas que hacer. Un gusto…

-Igualmente, nos vemos.

Se saludan en la puerta.

Andrea, su madre, llega un poco más tarde y sin la Pizza prometida. De echo, llega para la hora de la cena, y Julia ya ha preparado otra cosa. Se sientan ambas a la mesa. Y Julia le comenta acerca del extraño visitante.

-¿Guapo dijiste?

-Si, se llama Pablo- confirma la hija

-No lo creo, si fuese guapo me hubiese dado cuenta. Estuve hasta media hora antes de que llegaras y créeme que no escuché ninguna mudanza.

-Pero yo lo vi- Insiste Julia.

-Te creo, te creo- dice Andrea- Bueno, tengo que conocerlo. Aunque creo que a vos no te vendría mal conocerlo un poco más. (Se ríe, ante la mirada atónita de su hija).

Luego de esta pequeña conversación, madre e hija están lavando los platos. Más tarde Julia se dirige a su habitación. Luego de accionar el botón de la luz principal de la misma, echa un vistazo: la cama perfectamente echa, con las sábanas perfectamente estiradas sobre la misma. La lámpara de la mesita de noche parece llamarla. Concentra toda su atención en esa lámpara, hasta que no aguanta más y, casi corriendo, se dirige hacia ella y la enciende… pero la bombilla estalla. Julia se sobresalta y comienza a recoger los diminutos vidrios que han caído al suelo. Uno de los vidrios se le escapa de los dedos y va a parar debajo de su cama… ya cansada de esto, mete una mano debajo de la cama. Junto con el vidrio retira además una foto. La observa, lentamente, pero luego hace de ella un bollo y junto con los restos de bombilla echa todo en el cesto de la basura que tiene en el escritorio.

Julia está de nuevo manejando, esta vez parece no haber casi tráfico en las autopistas de Buenos Aires; eso es bueno. Pero de repente algo comienza a llamarle la atención: parece como si el sol se estuviese ocultando… como si el anochecer ocurriese a la hora en que debería estar amaneciendo. De repente todo es negro. Esto no es normal, detiene el auto. Se baja, y ya en la calle empieza a caminar en cualquier dirección, sin saber a dónde ir regresa al coche, trata de encenderlo, pero en lugar del motor se prenden todas las luces de la ciudad… es como si ahora fuese de noche. De un momento a otro un camión la embiste.

Fue un sueño, Julia se levanta sobresaltada. El salto que ha pegado al despertarse ha hecho que ahora se encuentre sentada sobre su cama. Las manos le tiemblan, el cuerpo le transpira. De repente, el timbre de su casa suena.

Es Pablo.

-Disculpame que te lo pregunte así, pero… ¿Qué querés a esta hora? –Dice ella irritada.

Sin mostrar el menor signo de perturbación le responde:

-No es tan tarde. Son las 11 de la noche.

Julia lo comprueba en su reloj. Pero no hacía falta tal chequeo: desde donde ella está puede escucharse el sonido de la TV en el cuarto de su madre.

-Sí. Pero es “tarde”. ¿Qué querés? –Insiste ella.

-Es urgente. Me dijeron que sos psicóloga. Y… -aquí el se detiene.

-¿Y?

-Quería pedirte un turno para atenderme.

Los ojos de ella se abren como platos.
-¿Un turno? Disculpame pero primero: esta es mi casa, no mi consultorio. Si querés te puedo dar el número de teléfono del lugar donde trabajo. Y segundo: No creo que fuese tan urgente.

El chico se queda pensativo por casi medio minuto, y justo cuando ella va a decir algo, él por fin habla:

-Sí, lo es. Porque me voy a morir dentro de poco. Y además, si vine a esta hora, fue porque no supe de tu profesión hasta hace poco, y encima no tenía tu número para llamarte, en vez de haber venido a molestarte a esta hora.

Las palabras del muchacho no suenan muy convincente. De todas formas, sus significados despiertan el interés profesional de Julia:

-¿Que te vas a morir? ¿De qué?

-Eso es cosa mía.

-Bueno, si vas a ser mi paciente, eso pasa a ser cosa mía también.

-Sí, puede ser… Pero precisamente quería hablar de eso mañana.

Ella se sorprende una vez más:

-¿No era que me necesitabas urgente?

-Sí, pero ahora no quiero seguir molestando. Dame la dirección y voy mañana a tu trabajo.

-Como quieras –dice ella, y luego se dirige a su cuarto y regresa con una tarjeta que le entrega a Pablo- A las 8 AM. Solo atiendo por la mañana. Será a esa hora, o nada, ya tengo otras citas programadas. De hecho, esa iba a ser mi hora de descanso.

-Está bien –Dice él, y hace el gesto de quien va a marcharse, pero antes mira la tarjeta, y luego a ella- Te sangra un dedo –dice.

Julia se mira su mano derecha, y sí, el “loco” tiene razón: le sangra un dedo. Por lo que acelera un poco las cosas.

-No te preocupes. Chau, nos vemos mañana. A las 8.

El joven hace un gesto afirmativo con la cabeza, y luego se va.

Ya en su consultorio, con las luces de una mañana tardía colándose por entre las persianas, Julia conversa con su nuevo paciente.

-Entonces… ¿Lo que te preocupa es si existes o no?

-Sí –responde él- … y al mismo tiempo NO. No es una preocupación. Tengo la certeza de que en realidad no existo

-No sos el primero que lo dice. Mucho de mis paciente anteriores aseguran que son un invento de la mente de un ser superior.

-¿Ah, si? –Se interesa Pablo- ¿Cómo es eso? ¿Cuál es tu opinión?

-¿Mi opinión? Bueno simplemente creo que… -se calla.

-¡Dale, dímelo! Crees… ¿qué?

-Creo que vieron demasiadas veces, esa película… “Matrix”…

Pablo sonríe. Julia no puede evitar notar la blancura de esos dientes, su disposición pareja, virgen, reluciente. Sin embargo, hace caso omiso del hechizo y vuelve a hablar:

-Creo eso, y creo que tienen problemas de autoestima, o que tal vez solo buscan llamar la atención. Aunque no siempre es así, a veces es el entorno lo que motiva a una persona a dudar de su existencia.

-¿El entorno?

-Sí, el entorno. Créeme: yo, psicóloga y racional, también llego a dudar de mi lugar en el mundo. Por ejemplo, cuando camino por la calle…

-…Cuando caminas por la calle, y sentís que nadie puede verte…-la interrumpe él.

-Exacto. O cuando estoy tomando un café, y me pregunto “¿soy la mujer que toma el café, o soy una desamparada callejera, entre cartones que sueña que es una mujer que toma un café en un bar?”

Pablo, alza las cejas, y dice:

-Sí, así es como me siento yo, la mayor parte del tiempo. Siento que no soy quien creo ser.

-Pero en ese caso, sigues existiendo- dice ella.

-Sí, tal vez. Es lo que me gusta creer. Aunque creo que no tiene mucho sentido preguntarse eso, estando a las puertas de la muerte.

Ahora Julia ve que por fin puede avanzar sobre ese tema:

-“…A las puertas de la muerte” –repite. Luego toma un poco de aire y pregunta- Y decime, Pablo: ¿cuál es esa muerte? ¿Cómo vas a morir?

Pablo entrelaza sus dedos, mira el suelo y luego levanta de nuevo la vista:

-Me van a matar.

-¿Quién? –Julia se quita los lentes mientras espera una respuesta.
-No lo se. Pero estoy seguro de que van a matarme.

-Bueno, en ese caso creo que ya no deberías estar incrédulo respecto a tu existencia, ¿No crees?

-Sí, tal vez tengas razón.

Por la noche de un día cualquiera, Julia conversa por Webcam con Lorena, su amiga y compañera de estudios durante los años en que juntas estudiaron psicología. Hablan de aquellas épocas, y de los pacientes que han tenido, hasta que Julia propone el tema que la preocupa:

-Tengo un paciente que me preocupa…-empieza.

-¿Edad? – pregunta Lorena.

-25, hombre.

-¿Diagnóstico parcial? –Lorena sonríe preguntando eso

-Esquizofrenia, autoestima baja, conductas suicidas, paranoia…. ¡TODO! –se ríe.

-¿Motivos por los que se atiende?

-Dice no estar seguro de que exista en verdad. Y asegura que alguien está a punto de matarlo. Es muy extraño todo lo que dice…

-¿Extraño…?

-Sí, ya que no habla “como un loco”. Usa un lenguaje racional. Incluso ha llegado a proponer teorías interesantes.

-Ajá, ya veo. ¿Y por qué me hablás de él?

Julia piensa lo que va a decir, si realmente le conviene decírselo a su amiga que también es psicóloga:

-Saldremos fuera del ámbito laboral. Me invitó a cenar.

-¿Qué decís? Esperá… ¿desde hace cuánto tiempo lo conoces?

-Dos semanas. Además es mi vecino, vive en el piso de arriba. Así es como lo conocí.

-Bueno, entonces creo que no habrá problema. Pero ten cuidado. No sea que se vuelva todavía más loco y a su diagnóstico tengamos que agregar: violador, asesino, depravado…

(Ambas ríen)

En un restaurant, Julia y Pablo se encuentran. Piden vino, papás rejilla con crema y albahaca. Como plato principal ambos ordenan salmón a la mostaza.

-Me gusta este lugar- dice ella.

-Sí, es muy lindo. Lo elegí porque se come bien acá. Y además porque yo solía trabajar en la banda de Jazz & Blues que toca a la media noche, antes de cerrar.

Julia sonríe…

-¿Y qué instrumento tocabas?

-La guitarra.

-Qué raro. Pensé que sería algo más… atípico, no se: la armónica, o el arpa o el saxofón.

Él se ríe. Luego dice:

-Además elegí este lugar, porque hoy toca Celeste Carballo, y me quise dar el lujo de que me dejen tocar con ella. Llamé, y me dijeron que no había problema.

Julia alza sus cejas.

-¡Qué prometedor!

Una vez que terminan de cenar, la banda empieza a tocar. Mientras Celeste Carballo canta su cóver de “desconfío” y Pablo acompaña con la guitarra, ella baila con un hombre que se ha acercado para invitarla a bailar. Al compás de la melodía las miradas de Pablo se cruzan con las de ella. Más tarde los dedos que tocan esa guitarra tocarán su cuerpo, sus senos, su sexo.
Es en el departamento de él, donde tienen relaciones; en el suelo, desaforados.

Al día siguiente Julia regresa al trabajo como siempre. Cree que Pablo ya no debería tener motivos para ir en calidad de “paciente”. Pero se equivoca, él aparece y eso borra la sonrisa que ella tenía hasta un segundo antes de que él entrara en su consultorio. Sin poder contenerse, Julia le pregunta por qué sigue insistiendo con que no existe, y con que lo van a asesinar. Él le responde que eso es lo que sigue sintiendo.

Más tarde, cuando él ya se ha marchado del consultorio y el horario laboral ha finalizado, ella sale a tomar su café. Baja hasta el Starbucks que hay a media calle, y se pide un Frappuccino Mocca. Antes de salir aparece Pablo, quien le pide de volver con ella hasta el edificio en que ambos viven.

Por la noche, el teléfono suena en la casa de Julia. Andrea, que impaciente y preocupada espera a su hija, atiende la llamada.

-Señora, nos comunicamos desde la “Clínica Posadas” ¿es usted la madre de Julia Paravell?

-Sí, ¿qué pasó?

-Su hija tuvo un accidente. Chocó con otro auto en la autopista. Pero no se alarme, ella está bien.

-¿Cómo? ¿Pero…? –las lágrimas caen de los ojos de Andrea.

-No se preocupe. Ella está bien, pero como ya despertó creo que Ud. debería venir aquí.

-Ya salgo.

Andrea coge su abrigo, las llaves de su auto, y sale casi corriendo. El ascensor no llega, por lo que toma el atajo por las escaleras hasta el entrepiso donde está estacionado su auto. Se sube a toda prisa, lo pone en marcha, y va camino a la clínica, tratando aun de contener las lágrimas mientras se dice a si misma: “Otra vez no, otra vez no…”

Cuando entra al cuarto donde Julia yace inquieta, ambas intercambian miradas.

-Hija, se que te estarás…

-¿Dónde está Pablo? –la interrumpe la chica.

-¿Pablo…?

-Pablo iba conmigo cuando chocamos pero todos me dicen que no había nadie conmigo. ¡Y se que eso no puede ser cierto!

-Pablo no pudo ir con vos. ¡Es imposible, hija! –Dice la mujer mientras pone sus manos en las mejillas de Julia. Pero esta se las corre con un manotón, y exclama:

-¡No digas eso! ¡NO TE ATREVAS A DECIRLO!

-Es que esa es la verdad, Juli. Vos lo sabés. Vos ya sabes lo que pasó con tu novio.

-¿Mi novio? ¿Qué decís? –Julia parece confusa.

-Pablo, tu novio. El murió esa noche hace cinco años, vos lo sabes –dice Andrea entre lágrimas.

Ahora Julia lo recuerda: la foto, su novio, la banda de Jazz & Blues, y ella sola sentada a una mesa esperando a que él regrese. El accidente que le arrebató a Pablo y que por toda marca le dejó a ella una cicatriz en la mano.

“Los días se me hacen eternos, ni siquiera puedo asegurar que los esté viviendo. Mi vida tal vez sea una mentira”, es la mente de Julia la que habla por la medianoche en ese frío cuarto de hospital, hasta que la enfermera le dice “Duérmete ya” y apaga la luz haciéndola desaparecer por un instante, un instante eterno.

Datos de la dirección:

  • “Julia de la novela”: es un guiño a “resistiré”, telenovela argentina protagonizada también por Celeste Cid, encarnando a Julia.
  • “Asesíname” es la canción de Charly García que ella tararea alprincipio mientras maneja. Este es un guiño al videoclip musical para el que ella trabajó junto con el cantante, y que casualmente tomaba por temática la telenovela “resistiré”
  • Not Tomorrow (HF Version) de Akira Yamaoka se escucha hacia el final, desde que empieza a hablar la voz en off de la mente de Julia, y durante el comienzo de los créditos.
  • “Desconfío” de Celeste Carballo, no solo suena mientras Julia baila en el restaurant, sino que además se escucha de fondo mientras hace el amor con Pablo.
  • “Silent Hill Theme” (Piano Version) de Akira Yamaoka es la segunda partitura en los créditos.
  • “No se” de No lo Soporto, se escucha mientras Pablo y Julia conversan en el restaurant.
  • “The Heart Asks Pleasure First” de Michael Nyman se escucha desde el momento en que Pablo y Julia se suben al auto, hasta que Julia termina de asimilar la verdad que le ha contado su madre.
    “No sé” de No lo soporto.

7 comentarios:

albertaco dijo...

Maravillosa obra que te atrapa y te entretiene. Toda una lección de que con una sencilla historia se puede hacer una gran obra. La música de Michael Nyman me encanta!!!Muxa suerte!!!

Sigamos el guion dijo...

Sin una historia compleja se puede hacer una gran obra y este es un ejemplo!. Aunque el argumento no innova, realmente esta obra es sensacional...

Jose Barriga dijo...

Es mejor que no te vayas Mariano, este festival no seria lo mismo sin tus Obras. Sencacional y Magnifica.

Xavicinoscar dijo...

El triunfo de lo pequeño. Una historia sobre la rutina que encierra otra trama más oscura. Mariano se postula como maestro del thriller. Felicidades! y suerte.

Jorge Moreno Celaya dijo...

Sencilla... pero muy buena Masci... como siempre el diseño argumental te queda muy bien, y la música.. y todo jeje... Celeste Cid... segura nominada? xD

George dijo...

Mejor me voy es inquietante, se apodera de tu concentración aun luego de leerla. BRILLANTE.
George Fumo

Alvaro dijo...

Excelente selección de música, en especial los dos temas de Akira Yamaoka.
Desde que Agustín Peralta presentó "Cuando el reloj toca las doce" en el primer Directed by, anhelaba mucho volver a ver otra obra de suspenso. Felicidades, muy buena trama y sorprendente final.

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